Íbamos de camino al hospital con el coche de mi padre, detrás de la ambulancia en la que iba mi madre. Ya estábamos en el hospital y en cuanto salió de la ambulancia dijo: ¡Ay! ¡Qué dolor! ¡Dios mío! y yo dije: ¡Ay! ¡Mi madre que se me muere!, y mi padre me dijo que no me preocupara que mi madre salía de esta. Entró en el quirófano y nosotros nos quedamos en unas butacas en la sala de espera con ganas de que saliera el médico diciéndonnos que ya estaba mejor y que la operación había sido todo un éxito.
Pasaron seis horas y no salió nadie para decirnos si mi madre estaba bien o mal. Eran las cinco en punto de la madrugada, pasó otra hora y por fin salió e doctor y dijo:
-Familiares de María.
-Sí.
-La operación se complicó: se empezó a desangrar...y murió.
-¡Oh! ¡No! no puede ser cierto.
-Dígame que no es verdad.
-Señor, su mujer, la farola contra la que chocó con el coche era muy baja y se clavó un tubo oxidado a la altura del corazón y cuando llegó al hospital había pérdido mucha sangre. Lo siento.
Todos empezamos a llorar y en todos estos días a penas dormimos...
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